El mitín.
La conjura de los pájaros pareció por un momento terminar
como un estampido súbito, cual estallido improviso y asordante, como cámara de
bicicleta que estalla luego de pisar un vidrío roto.
Solo una vieja paloma con pocas plumas y un ojo semi ciego
resistió inmóvil sobre el camino de tierra polvoriento, mezcla de grava y
macadam que conduce hacia el faro, sobre el peñón al final de la pequeña
península al borde de la rambla, justo en el codo al borde de la terminal de
ómnibus capitalinos.
Tordos, cotorras, gorriones, calandrias, algún que otro
cardenal reaclimatado al ambiente citadino y algún que otro más de los tantos “plumíferos”
que habían decidido congregarse para el encuentro secreto (bueno, no tan
secreto, ya que la noticia del conclave se había esparcido de boca en boca y de
pico en pico a lo largo de la ciudad) estallaron en un único vuelo, cual paleta
pixelada multicolor....
El orden del día para la reunión estaba más o menos claro:
se rumoreaba que, tras la guerra eterna de ratas y gatos por quienes debían ser
los amos de la pequeña península y el peñón del faro y, sobre todo, del
abundante “emporio” de liscas y esqueletos de pescado sobrante en las
improvisadas hieleras al lado del pequeño puerto pesquero, a un márgen de la
minúscula bahía protegida por la escollera artificial que da contención al
enclave entre el faro y la costa hacia la rambla, nuevos amos pretendían
hacerse de esa “tierra de nadie” que en realidad es de todos, junto al pequeño
bosque de ombúes y transparentes....¡Era necesario deliberar!
Un improvisado ciclista de media tarde, pedaleando
ensimismado pisó los restos de una botella de cerveza desintegrada contra el asfalto
semiderretido y pegajoso por el sol estival, reventando con un golpe seco la
cámara delantera, ignaro del mitín de las aves.....
Ciclista incauto, suspiró con cierto hastío y para sí la
vieja paloma...¿Cómo haré para reunirlos a todos nuevamente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario